La era de la desinfección post COVID-19
09/03/2021 | Por Fundación ApoloNada será igual luego de la Pandemia del COVID-19. Hasta hace poco tiempo entendíamos a un virus como algo pasajero, si bien 500.000 personas mueren anualmente en el mundo por virus como el norovirus y el rotavirus en el agua. Con esta pandemia aprendimos más que nunca lo vital que es lavarse las manos con agua y jabón. Procesos convencionales de tratamiento de agua y efluentes eliminan con gran eficiencia virus, pero no todos. Es por ello que, en esta nueva normalidad, debemos pensar juntos con aquellos que tienen responsabilidades sobre nuestro derecho a un agua segura.
Las enfermedades transmitidas por el agua se extienden por la contaminación de los sistemas de agua potable con la orina y heces, tanto de animales como personas infectadas. La desinfección del agua consiste en abatir los patógenos presentes en el suministro del agua y evitar que crezcan de nuevo en los sistemas de distribución. En nuestro país, la práctica mas conocida de desinfección es la cloración.
Los procesos de desinfección se usan para prevenir el crecimiento de organismos patógenos y proteger la salud pública. Sin desinfección, el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua aumenta.
Como decía, nada será igual luego de la pandemia del COVID-19. Hasta hace poco tiempo, las pandemias eran parte de la historia. Dejábamos toda la responsabilidad a que las vacunas cubrían el espectro de virus en su totalidad y, de haber un problema, la medicina lo solucionaría. Hoy aprendimos que los virus existen, y pueden no solo afectar nuestra salud, sino también nuestra economía.
Nadie imaginaba que la aparición de un virus podía complicar a las cadenas de restaurantes más grandes del mundo, líneas aéreas, eventos públicos y cerrar parques de diversiones, hasta dejarnos sin futbol. Esto debería tenerse en cuenta en los planes de los gobiernos en las futuras inversiones en agua y saneamiento, además de la salud.
Cierto es que procesos convencionales de tratamiento de agua y efluentes que incluyen filtración y desinfección por cloro eliminan con gran eficiencia los virus, incluidos los coronavirus y bacterias. Pero no todos estos patógenos son tan sensibles al cloro, como los virus sin envoltura con transmisión conocida por el agua como adenovirus, norovirus, rotavirus y hepatitis A.
Los procesos convencionales de tratamiento de agua y la normativa actual, con más de 50 años en uso, han sido una pieza fundamental para el desarrollo de la humanidad. Hoy, dado que el impacto al medio ambiente es mucho más determinante y sus efectos secundarios menos deseados, necesitamos de nuevas tecnologías que validen estos procesos, más amigables con el medio ambiente.
Actualmente, existen tecnologías de potabilización y desinfección de agua como la ultrafiltración, que pueden retener partículas del tamaño del micrón (hasta 0,01 micrones), removiendo 99,9999% de bacterias y 99,99% de virus, incluso coagular y remover arsénico, un grave problema en nuestro país y en todo el mundo. Su costo de inversión es similar al de las plantas convencionales y el costo de operación mucho menor, debido al menor consumo de químicos. Nuestro país vecino, Brasil, ha estandarizado esta tecnología para el tratamiento de agua potable, y hoy ciudades como Brasilia y San Pablo cuentan con esta bioseguridad. En Argentina existen suficientes instalaciones industriales desde hace más de 10 años.
Otra tecnología con mucho potencial en los próximos años será sin duda la radiación ultravioleta, uno de los métodos más efectivos para abatir virus y bacterias. Los rayos ultravioleta (UV) penetran patógenos dañinos en el agua y destruyen los microorganismos que causan enfermedades al atacar su núcleo genético (ADN). Esto es extremadamente eficiente para eliminar su capacidad de reproducción. Desinfectar el agua y efluentes con luz ultravioleta es excepcionalmente simple, efectivo y seguro para el medio ambiente. El Director para América Latina de Atlantium Ultraviolet de Israel, Dr. Daniel Waitman, menciona que la tecnología se ha utilizado ampliamente en los sistemas de aguas y efluentes durante los últimos 40-50 años en todo el mundo y ha evolucionado asegurando resultados validados por las entidades reguladoras de agua a nivel mundial.
Hemos tenido la primera lección sobre la importancia de la desinfección, prueba que todavía no hemos superado. Nos dimos cuenta de que un virus que se abate en gran medida con lavarse las manos con agua y jabón pudo parar un tercio del planeta y que la educación era tan importante como una solución vital, ya que no sabíamos ni higienizarnos las manos correctamente. Este aprendizaje debe extenderse. Debemos llevar este ejemplo a nuestros procesos de tratamiento de agua y efluentes, repensarlos y validarlos correctamente. En esta nueva era, nuestro futuro depende de ello.