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Los contaminantes que preferimos no ver

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En los últimos años ha aparecido una extensa lista de contaminantes que no se encuentran ni en nuestra lista de contaminantes ni en la agenda ambiental. Los denominados contaminantes emergentes, mejor llamados, contaminantes de preocupación emergente, debido a que, hace tiempo, conviven entre nosotros. Los más nombrados últimamente son los microplásticos (MPs), pequeñas partículas de plásticos que por más pequeñas que sean pueden albergar todo tipo de sustancias en su interior o superficie, tales como virus, bacterias, metales pesados, hasta sustancias dañinas para la salud que eludimos diariamente en nuestros hábitos alimenticios responsables de enfermedades endócrinas. Debido a su contextura y peso, los microplásticos tienen la capacidad de flotar en nuestras aguas, percolar en nuestros acuíferos y trasportarse a través de los vientos atmosféricos, pudiendo moverse desde el ártico hacía los picos más altos del planeta.

Se estima que el 94% del plástico que ingerimos se debe al consumo de agua y que semanalmente consumimos unos 5 gramos de plástico, el equivalente a una tarjeta de crédito. Un estudio de la Universidad del Estado de Nueva York realizado en 9 países detecta partículas de microplástico en el 93% de las botellas de agua mineral analizadas. Entre las principales marcas internacionales estudiadas se encuentran: Aqua y Evian (Danone), Nestlé Pure Life y San Pellegrino (Nestlé), Aquafina y Epura (PepsiCo), Dasani (Coca Cola), Gerolsteiner (Alemania), Minalba (Brasil), Wahaha, (China) y hasta el agua mineral de los famosos Fiji Water, que proviene de la lluvias tropicales del archipiélago, quien utiliza el argumento de estar justamente purificada por los vientos ecuatoriales, responsables portadores de los microplásticos en el medioambiente. Finalmente, filtrada por roca de origen volcánico, donde transfiere sus minerales, pero no llega a filtrar dichos contaminantes.

Por otro lado, un estudio adicional que analizó 159 muestras tomadas en distintos países de cinco continentes, muestra que el agua de red está contaminada con fibras de plástico microscópicas. De todas las muestras recabadas, el 83% contenía microplásticos. Esta contaminación no distingue entre naciones ricas y pobres, señalaron los investigadores de la Universidad Estatal de Nueva York y la Universidad de Minnesota, quienes participaron en el estudio comisionado por Orb Media, una organización sin fines de lucro de Washington DC.

O sea que estas pequeñas partículas pueden viajar a lo largo de kilómetros sin parar, ingresar a nuestro cuerpo en el alimento o en el agua que consumimos, ser eliminado mediante las heces humanas, juntarse con el resto de los efluentes -domiciliarios e industriales- y una vez tratados por el sistema sanitario volver al medioambiente, teniendo una gran posibilidad de, una vez en contacto con otro tipo de sustancias durante su viaje, volver a nuestro organismo, solo que con “algunos pasajeros adicionales” como metales pesados, virus, bacterias o hasta sustancias perfluoroalquiladas (PFAS) o una de las variantes más conocidas, el Teflón. Especie conocida por la última película de Mark Rúfalo, “El precio de la verdad”.

Las sustancias perfluoroalquiladas, PFAS, o también llamados “productos para siempre” son compuestos de una elevada estabilidad química, por lo que se les da un uso masivo en aplicaciones industriales y en objetos de nuestro consumo cotidiano como sartenes de teflón, envoltorios de comida rápida, ropa resistente al agua, productos de limpieza, anti-manchas, protectores solares y de higiene personal como champú o hilo dental y cosméticos como esmalte de uñas. Existen cerca de 4.000 tipos de PFAS y se han usado ampliamente durante más de 50 años en los cuales el aire y el agua fueron contaminándose, así como nuestra salud. Al mezclarse estos sin tratar en nuestras fuentes de agua potable, generalmente ríos o reservas de agua, los tratamientos de agua convencionales no evitan que los PFAS lleguen a nuestros hogares, como mencionamos, a veces junto a los microplásticos.

Debemos tomar conciencia, ya que solo hemos mencionado 2 de los miles de contaminantes que no tenemos en el radar en Argentina, responsabilizarnos y asumir el rol que a cada uno de nosotros nos compete como agentes activos de cambio en virtud de cuidar el recurso del agua, preservar el medioambiente, proteger nuestra vida actual y futura. Estas responsabilidades abarcan a los distintos actores sociales:

  • Gobiernos: El acceso a agua segura es la gran deuda de los gobiernos, y de la que dependen millones de personas en el mundo. 193 estados se han comprometido con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, entre los que se incluyen garantizar la disponibilidad del agua, su gestión sostenible y saneamiento para todos. Solo que la demora en tomar acciones al respecto empeora la situación, ya que el pasivo ambiental sigue creciendo a un ritmo muy acelerado comparado al que lo hacían los contaminantes básicos, que aún son un problema, como el Arsénico en Argentina, en el cual se ha hecho muy poco.

  • Empresas: Hasta hace muy poco tiempo la ciencia, la tecnología y nosotros pensábamos que un agua envasada no podía contener ningún tipo de contaminantes, menos de tipo cancerígenos o disruptores endocrinos como en el caso de PFAS (hay evidencia en USA de esta problemática aún no reglamentada en el país del norte lo que ha llevado a cientos de demandas en los últimos años). Lo mismo pasa con sustancias como Arsénico, flúor u otros contaminantes que si bien se encuentran por debajo del código alimentario argentino, siguen estando en los productos que consumimos sin saberlo.

Tanto en el agua potable, como en el agua embotellada, ¿qué pasaría si conociéramos lo que estamos consumiendo y pudiéramos elegir mediante la simple lectura en una etiqueta? ¿Por más baja que sea la concentración de Arsénico en el agua embotellada, ¿Por qué agua optarías? ¿Y en el caso de los microplásticos, PFAS, etc.? Tenemos que saber lo que estamos consumiendo.